Fallo del I Concurso de Microrrelatos Al Faro



Reunido el jurado del I Concurso de Microrrelatos Al Faro, tras angustiosas deliberaciones y por acuerdo pero no por unanimidad, determina conceder el premio ex aequo y destacar sólo dos finalistas, aunque el nivel ha sido tan alto que ha superado el nivel y talento del jurado.

Los finalistas son:

Toda causística me parece insuficiente para adorarte
de Almudena Suárez.

Ya era tarde y el perro del 5º no dejaba de ladrar. Si bien es cierto que con los vecinos nunca tuvimos problemas, esa noche realmente daban ganas de que recibieran la llamada del hijo que habían mandado a estudiar a Suiza, y que reclamaba urgentemente un ingreso de dinero por un asunto de drogas.
Por suerte, esa noche cenamos pato con bambú. Y tú estabas conmigo.


Granada en agosto
de Laura Díaz Rueda.

La ciudad ha urdido un complot. Ella también quiere vacaciones. Se ha propuesto volverse inhóspita, intransitable. No hay nadie en las calles, pero si te atreves a salir los árboles se apartarán privándote del más mínimo alivio y un viento del Sáhara parecerá querer desintegrarte en segundos para que no quede de ti ni el recuerdo.

Prueba a aprovechar las primeras horas del día, cuando todavía se despereza de un sueño que ahora sí es reparador; pero apresúrate en volver a casa.

Vuelve septiembre, y aburrida ya de verano, comienza una tregua que durará once meses.


Y los ganadores son:

Sashimi
de Carlos Vilchez.

El pescado estaba primorosamente expuesto en los mostradores refrigerados mientras en la cocina manipulaba los alimentos con mimo, concentrado en una labor en la que parecía poner sus cinco sentidos. Tras varios minutos, el resultado eran unas minúsculas raciones, tan hermosas que parecían un cuadro cromáticamente equilibrado. Nada sobraba. Nada faltaba.

A cierta distancia, en una de las mesas más cercanas, este microuniverso de contenida intimidad contrastaba con la imagen de un cliente que engullía sin piedad la comida. Como si la vida le fuese en ello.

La escena le recordó a cómo hacía el amor con su primera novia.


Monte Espinto
de Nadia Otarola.

En el poblado de Monte Espinto, 200 kilómetros al oeste de Monsanza, cuando una persona muere, su mascota camina hasta la casa del que considera el mejor amigo de su amo y permanece con él. Un día, Pavel Antchatt se despertó aturdido, llamó a su gato Claus, y al no tener respuesta, salió a buscarlo. No fue breve su sopresa al pasar por la ventana de la casa de Marcio y verlo durmiendo recostado sobre el piano. Cuando en Monte Espinto una mascota duerme en la casa del amigo de su amo, sólo puede significar una cosa.

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